La Crisis, las Subastas y los Subasteros

Las subastas judiciales de bienes han experimentado un aumento espectacular a causa de la crisis económica, que ha hecho que prácticamente se duplicaran con relación a 2008. Este aumento afecta además tanto a particulares como a empresas, y en especial a los bienes inmuebles.


 Sin embargo, parece que este incremento de las oportunidades de hacerse con una ganga no se ha visto reflejado en el beneficio de los subasteros, tal y como se conoce a los que se dedican a este negocio, sobre todo por el papel protagonista que ha asumido la banca como compradora.


De todos modos, los tiempos han cambiado sobre todo en las para los subasteros, una profesión que siempre arrastró la fama de comportase como un núcleo cerrado en el que los apaños y tejemanejes sustituían a la puja limpia. Fue con el cambio de la normativa en el año 2000, con la reducción de la subasta a un único acto -antes se podía sacar a venta hasta tres veces el mismo bien-, la prohibición de ceder el remate a un tercero sin necesidad de registrarlo antes y otros cambios profundos.


Desde entonces, se redujo notablemente tanto el número de personas que acuden como el margen de beneficio que obtienen. «Hace años», según un subastero había que invertir un millón para ganar cinco; ahora hay que arriesgar cinco para ganar uno».


Un beneficio que tampoco se ha crecido con la crisis, sino al contrario, en especial con las viviendas de todo tipo que salen a la venta. En la mayor parte de los casos son las entidades financieras las que los sacan a subasta por impagos hipotecarios. La diferencia es que ahora son estas mismas entidades las que se adjudican la mayoría de las pujas si no se alcanzan cantidades realmente importantes. Prefieren quedárselas que cederlas, como antes hacían, a los profesionales de la puja.


La explicación es doble, como el beneficio que obtienen las entidades bancarias: por un lado, el económico; por otro, el meramente contable. En el primer caso, el negocio es simple: la vivienda es subastada por un banco por impago de hipoteca, aunque en la mayor parte de los casos el propietario ya había pagado una buena cantidad de la misma antes de dejar de hacer frente a los recibos; el precio de salida se calcula una vez libre de las cargas financieras, con tasaciones generalmente muy apetecibles, por lo que el propio banco puja para elevar el precio hasta la cantidad mínima que quiere ganar, y si lo consigue ya ha obtenido la rentabilidad buscada, entre la venta y lo que cobró de hipoteca; y si nadie llega a ese precio, prefiere quedarse el inmueble porque lo está adquiriendo a un valor inferior al de mercado, por lo que ya la puede volver a venderlo y gestionar una nueva hipoteca.


Pero es que además, aunque no logre venderlo inmediatamente, habría conseguido una ventaja contable muy importante a la hora de presentar sus cuentas: el mismo producto que antes figuraba en sus balances como deuda puede presentarlo después de recomprarlo en una subasta como activo. Pura magia.
fuente:elprogreso.galiciae.com